Ayer domingo me devolví a nuestra casa. Salir del hotel, encontrar el metro, un par de transbordos y la estación (atocha, donde ocurrió el atentado del 11/M).
Luego, subir al tren, encoger los pies y tratar de mantenerlos así mientras duermo, para no molestar a quien está al frente. Un par de señoras valencianas viajan en el asiento al otro lado del pasillo, y conversan mucho a una pareja de brasileños que no entienden casi nada y que tampoco tienen cara de querer entender. Las señoras se ven simpáticas, y le regalan una postal de su pueblo a los brasileños indiferentes. Ambas tienen alrededor de 50 (la hija) y 86 exactos (la madre). Hablan de la edad y el poco tiempo que le queda a la madre con una naturalidad que me da miedo. La madre tiene algo raro en la voz, cosas que pasan con los años, supongo. La hija cuida mucho a su madre, y le pregunta a cada rato:
- máma, quieres agua?
- máma, te saco la chaqueta?
- máma, que no tomes tanta agua, que te produce vacío en el estomago.
Despues de dormir y ver la pelíicula del tren al mismo tiempo, tomo una bebida y un bocadillo de tortilla en la cafetería del tren, donde los pobres tabaco-dependientes que tuvieron la mala suerte de tener que irse en coche no fumador descansan del aire puro.
Cerca de las 15 horas llegamos a Barcelona. Las señoras valencianas llevaban demasiadas bolsas para ellas, así es que no me quedó más que ayudarlas a bajar del tren, y despues salir de la estación. Cuando nos despedimos, la señora mayor se emociona de nuevo.
Voy en el metro, me bajo en la fnac a comprar los aparatos que son más necesarios para mi vida. Subo al metro de nuevo, y ya no alcanzo a ir al trabajo, asi es que paso directo a la estación siguiente, a las clases de catalán.
Rho.
1 comentario:
Creo que a los 86 si bien te quedan pocos, uno debería estar contento por haber llegado a tan respetable edad :-).
Hay que aprovechar todos los años que te regalan.
PD: que te compraste?
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